Víctor García ‘Pillo’ | @VictorG_Pillo

España dio un paso más hacia los cuartos, pero ni mucho menos decisivo. Los resultados de esta jornada han convertido el grupo en un auténtico galimatías que impide realizar cualquier análisis de futuro. España necesita ganar un partido más para garantizar su pase a los cuartos de final.

Ligera mejoría de los Hispanos que, sin cuajar un partido de máximo nivel, su juego fue suficiente para ganar a un equipo japonés que poco a poco está sacando la cabeza en la grandes competiciones. Se nota la mano de los entrenadores europeos (sobre todo de Dagur Sigurdsson) que en los últimos años estuvieron al frente del balonmano nipón.

Mucho han cambiado las cosas desde 41-22 que le endosamos en el mundial de Túnez 2005. En la actualidad Japón es un equipo incomodo, un equipo que obliga a jugar un partido serio y hacer las cosas razonablemente bien para ganarles. Atrás queda aquel balonmano convulso, sin control, con defensas muy abiertas, casi individuales que convertía sus partidos en auténticos correcalles.

Igualmente, está contribuyendo al aumento de la riqueza de su juego, tanto ofensivo como defensivo, la participación de alguno de sus jugadores más importantes en ligas europeas.

En definitiva que, sin perder el ADN de su juego, lo han ido modulando hacia parámetros más ortodoxos que les permite competir mejor exigiendo cada vez más más a sus rivales. Las aceptables 13 pérdidas de balón de hoy serían impensables hace unos años.

Su ataque organizado gira en torno al jugador más determinante, el pequeño central de Vardar, Kosuke Yasuhira, máximo goleador del equipo (7 de 8) y una auténtica pesadilla para las defensas rivales por su explosividad, capacidad de penetración y buena conexión con su pivote Suhichi Yoshida, jugador de Nantes y 2º máximo goleador. Con el primera línea Naoki Fujisaka (7/12) forman el trio que asume más protagonismo en el ataque

La zona central de nuestra defensa, 6:0 sufrió para controlar a la pequeña y escurridiza primera línea japonesa.

En cuanto a su defensa siguen sustentándose en agresividad y profundidad (sin duda, ambas necesarias para compensar sus limitaciones antropométricas) pero dentro de un sistema defensivo 6:0 más tradicional; con mucha presión a la línea de pase, sobre todo en la zona de los segundos defensores, apretando a los laterales más allá de 9-10 metros.

Esta profundidad “controlada” mantiene máxima exigencia en el juego de primera línea rival, obligándola a una rápida y correcta toma de decisiones. El mínimo error implica una inexorable salida de contraataque, principal arma de su juego de ofensivo. Hasta 12 goles de contraataque directo o en segunda oleada consiguieron frente a España.

En líneas generales nuestro ataque mejoró con respecto al partido anterior, más anchura y más finalizaciones por zonas exteriores (14 goles marcaron nuestros extremos) y las buenas prestaciones defensivas a nivel de recuperaciones de balón nos permitió hacer nuestro clásico juego de contraataque (hasta 7 goles), minimizando los evidentes problemas de ataque posicional que ya se hicieron patentes en el partido con Suecia.

En definitiva, un paso más hacia el objetivo, Ribera pudo rotar y dosificar esfuerzos (en los primeros 30’ ya habían participado en el juego todos los jugadores) que nos permitan llegar a los partidos decisivos con Alemania y Croacia en las mejores condiciones.