Víctor García ‘Pillo’ | @VictorG_Pillo
Nos tenían mal acostumbrados.
Nos habían hecho creer que conseguir títulos, medallas y puestos de honor era algo habitual, sencillo. Nos habían hecho olvidar el trabajo e incluso sufrimiento que cuesta conseguir cada victoria en torneos importantes.
Por todo eso, la salida por la vía rápida de este Europeo no puede hacernos olvidar, sino más bien al contrario, los éxitos conseguidos por nuestras selecciones (en plural) desde que Jordi Ribera asumió el cargo de seleccionador.
No puede hacernos olvidar el enorme trabajo desarrollado con las categorías inferiores de nuestro balonmano; en primera instancia por los entrenadores de club que trabajan día a día con esos jóvenes jugadores; pero también debemos reconocer que cierto porcentaje de ese éxito se debe al seguimiento en las periódicas concentraciones nacionales de la RFEBM, siempre bajo la atenta mirada de Ribera; que, sin duda, contribuyen a estimular e impulsar la mejora de esas jóvenes promesas.
Solo con este meticuloso control y seguimiento de jóvenes se pueden realizar, de manera poco traumática, las “transiciones tranquilas” que tan bien controla el seleccionador, dándole entrada, poco a poco, en las convocatorias de los Hispanos.
Creo que ahora mismo nos encontramos en el momento clave de una profunda remodelación que, sin duda, tendrá lugar al finalizar los JJOO de Paris.
De todo ello debemos concluir que, si la estructura, el modelo está fuerte y los resultados en general son buenos; una puntual mala actuación en un campeonato no puede interpretarse como una hecatombe irremediable, ni puede llevar a rasgarnos las vestiduras ni pedir cambios y dimisiones sacando conclusiones apocalípticas.
Este planteamiento simplista es propio de agoreros catastrofistas (afortunadamente pocos) que solo asoman la cabeza cuando vienen mal dadas.
La salud de nuestros equipos nacionales es buena y sobre todo con mucho futuro.
Dicho lo cual, tampoco se puede defender lo indefendible y debemos asumir que las prestaciones de los hispanos en Alemania fueron manifiestamente mejorables.
De entrada, creo que en este tipo de campeonatos el partido inicial suele ser determinante, no tanto en lo que se refiere a materia clasificatoria, sino por que condiciona sobremanera la forma en la que se han de encarar los siguientes partidos.
Creo que el equipo español no entró en el partido contra Croacia con la motivación, la fuerza y la pasión que el partido exigía. En otras palabras, que no salió “a morder”.
Eso con un equipo balcánico ya es empezar perdiendo.
Los errores individuales y colectivos hay que asumirlos, son inevitables. Lo otro es innegociable.
La sensación que transmitieron los Hispanos, sobre todo defensivamente, fue de equipo vulnerable y frágil, con poquísima intensidad, poca contundencia en las acciones individuales defensivas y ofensivas e incluso por momentos me atrevería a decir que con cierta condescendencia.
En esta materia, la diferencia de sensaciones con respecto a los croatas era notable. Ellos sí salieron con el “cuchillo entre los dientes”, quizás tratando de saldar viejas cuentas pendientes del Europeo de 2020.
La portería tampoco estuvo afortunada, con números inferiores al pasado mundial de 2023 y muy inferiores a los europeos de 2022 y 2020. Tengo a sensación de que las sensacionales actuaciones de nuestra portería en los últimos campeonatos, sobre todo en los momentos clave, pudieron servir para “tapar” las deficiencias y posponer una y otra vez el actual debate sobre nuestra capacidad en el juego defensivo.
En el caso de los Hispanos la importancia del nivel defensivo es todavía mayor que en otros equipos nacionales, ya que un importante porcentaje del éxito de nuestro ataque tiene su base en la posibilidad de que podamos correr, que podamos jugar contraataque directo o en segunda oleada. Y este juego solo se puede desplegar cuando la defensa y la portería recuperan balones. En ataque posicional quizás no tengamos la variedad de recursos de los que disponen otras selecciones.
En definitiva, que no es momento cambios drásticos y radicales y sí de intentar aprovechar esta puntual decepción como revulsivo, como un extra de motivación para afrontar los dos importantes retos que, a corto plazo, se avecinan:
.- El preolímpico de marzo, a celebrar en Granollers con Eslovenia, Brasil y Bahréin que por status y lógica debe servir para cerrar nuestra participación en Paris.
El potencial de Eslovenia lo acredita su buena clasificación en 6ª puesto del pasado europeo, luchando hasta el final por entrar en semifinales.
Brasil subcampeón del Panamericano con la mayoría de jugadores militando en las grandes ligas europeas, y Bahréin quizás el más débil, pero sin duda aguerrido e incómodo.
.- Y la durísima eliminatoria para acceder al mundial de 2025 que se celebrará en mayo frente a Serbia. Creo que el peor equipo que nos podía haber tocado de todos los posibles.
Conociendo como se las gastan por esos lares, el partido de vuelta en Serbia puede ser, siendo suaves, “duro y exigente”.