Víctor García ‘Pillo’ | @VictorG_Pillo
Era el partido más complicado de lo que llevamos de Mundial, por el rival y por la presión que supone jugarse la primera frontera entre el éxito o el fracaso. Dejar el tema para el partido del domingo con los franceses no parecía una opción muy halagüeña.
Eslovenia es un equipo que tradicionalmente se nos da bien. Todavía en el recuerdo la victoria 34-32 en semifinales del Europeo 2020 en que finalmente conseguimos el oro. Llegaban a su partido clave con buenas sensaciones, solo una derrota con Francia y 3 claras victorias que les mantenían con opciones de conseguir el ansiado pase a cuartos de final.
El partido enfrentaba a dos equipos con características y filosofía de juego muy similares. La mayor concentración de ‘jugones’ por metro cuadrado del campeonato: Makuc, Bombac, Ovnicek, Cañellas, Valera, Casado, Alex Dujshebaev, y alguno más, son el paradigma del juego creativo, con muchas acciones “entrelineas”, movilidad, juego sin balón y rapidez en las transiciones. En sentido contrario, por momentos, ambos limitados evidencian ciertos problemas en el juego de ataque posicional ante defensas muy cerradas.
A pesar del buen inicio español (2-6 en el minuto 9), poco a poco el ataque esloveno fue afinándose, incidiendo en los puntos débiles de la individualizada defensa hispana. Una y otra vez jugaban acciones muy abiertas con pivote lejos de balón que dejaban un juego de 3×3 con mucho espacio, iniciando desde el centro Bombac u Ovnicek, ambos fuertes en 1×1 sobre su oponente par. Así, en reiteradas ocasiones consiguiendo finalizar ellos mismos o dando continuidad hacia zonas exteriores con mucha ventaja para finalización de laterales o extremos. Casi siempre con éxito: gol o 7 metros y algunas veces acompañada de exclusión.
La situación se agravaba todavía un poco más por la escasa participación de Gonzalo Pérez de Vargas (solo 3 paradas en el primer tiempo). Este era el único dato estadístico en el que éramos netamente superiores a los eslovenos: 35% de Gonzalo P.de V. por 29% de los porteros balcánicos.
No pintaba mucho mejor la cosa en el ataque. Excepto en los primeros 10’ en los que atacamos con cierta con solvencia, al igual que el día de Polonia volvimos a jugar un ataque trabado, de golpe franco en golpe franco, sin llevar el balón hacia zonas exteriores y con escasas conexiones con el pivote, en algunos casos frustradas por la precipitación arbitral pitando golpe franco sin esperar a ver el resultado final de la acción.
En el minuto 17, Jordi cambió a toda la 1ª línea, entrando Cañellas, Valera y Maqueda. Poco cambió la cosa, si acaso algún lanzamiento exterior (Valera y Cañellas) provocó ciertas dudas al 6:0 planteado por Zorman que iban compensando con la facilidad goleadora de su ataque vertical e incisivo.
Con este panorama no demasiado favorable, en mi opinión, el cambio de rumbo del partido y la clave de la victoria fue la introducción de una pequeña modificación en el sistema defensivo. En el segundo tiempo, el 6:0 que desde inicio había planteado Ribera, rebajó un par de metros su profundidad, se instaló más compacta, más sólida, con menos espacios entre defensores y muchas más ayudas. Esta nueva situación hizo mucho más difícil las acciones de 1×1 y continuidades tan claras que en la primera parte habían hecho mucho daño.
La ausencia de Mackovsek (único lanzador nato de los eslovenos) junto al excesivo tiempo en banquillo de Bombac contribuyeron al éxito y despegue hispano. Al final clara victoria que nos mete en cuartos de final, nos otorga plaza para los preolímpicos y que, siendo honestos se antoja excesiva. No refleja la igualdad e incluso el sufrimiento por el que discurrió el partido.