Víctor García ‘Pillo’ | @VictorG_Pillo

Lo han vuelto a hacer una vez más. Y ya van unas cuantas.

El partido de ayer fue una prueba indubitada de que no hay ningún otro equipo nacional que se maneje con tanta eficiencia y naturalidad en las situaciones límite de un partido.

Los “Hispanos” son auténticos especialistas en moverse como pez en el agua en estados de máxima dificultad; en manejar el riesgo con una naturalidad y cotidianidad que los hace casi invencibles cuando los partidos llegan a un punto de ebullición y pasión que hace saltar el resorte de la excelencia en nuestros jugadores.

Hace algún tiempo en una charla informal con un jugador internacional cuyo equipo estaba pendiente de rival para la siguiente fase de competición, comentaba que, a pesar de que hasta ese momento el juego hispano no estaba siendo bueno, el único equipo que no quería ver ni en pintura en la siguiente fase era España.

Esta afirmación no hace más que poner de relieve que el mundo del balonmano reconoce que jugar con España en partidos importantes es complicado.

Egipto fue mejor.- En líneas generales hay que reconocer que, a pesar de importantes bajas que se cebaron en su lateral derecho obligándoles a jugar con diestro en esa demarcación, “los faraones” fueron superiores durante la mayor parte del partido.

Conscientes de lo que estaba en juego, los dos equipos iniciaron el partido con mucha precaución, casi miedo. El primer gol de egipcio se produjo en el minuto 7 y el de los hispanos en el minuto 8. Pérez de Vargas y Mohamed Aly eran los absolutos protagonistas del juego.

Lo cierto es que España empezó bien el partido, con la irregularidad ya habitual alternando buenas acciones defensivas con otras no tan buenas; presionando bien las líneas de pase rivales y robando balones para correr.

La espectacular actuación de Pérez de Vargas iba subsanando estos problemas defensivos con unos números estratosféricos (9/41 43% en 1º Tiempo). Mohamed Aly no le iba a la zaga promediando un todavía más sensacional 44%.

En el minuto 15 el marcador, aunque ajustado, era favorable a España 5-4. A partir de ese momento un carrusel de errores de lanzamiento (2 de 10 en lanzamientos de 9m con un paupérrimo 44% en eficacia); junto a sucesivas pérdidas de balón en la mayoría de las ocasiones por una obsesión casi compulsiva de jugar con pivote en situaciones con escaso porcentaje de éxito teniendo en cuenta la acumulación de jugadores en la zona central defensiva rival (8 perdidas en los primeros 23’) provocaron un parcial de 0-3, que coloco el marcador en 5-7 para los egipcios en el minuto 20.

En definitiva, un 8-12 al descanso que auguraba una segunda parte complicada y con negros nubarrones para los hispanos.

El descanso dio nuevos bríos al ataque, ya que en 13 minutos habíamos conseguido 8 goles, los mismos que en todo el 1 tiempo. Siempre a remolque en el marcador y en el juego con desventajas de hasta 4 goles (16-20 en el minuto 46).

En esta preocupante situación Jordi Ribera optó por vaciar portería y jugar 7×6. Esta decisión iba a dinamitar el partido llevándolo a un punto de “histerismo” y “éxtasis” que acogotó al equipo de Pastor. En 8 minutos se apretó el marcador a un 21-22 que ya metía definitivamente al España en el partido.

Aunque Aly seguía siendo un bastión casi inexpugnable, la defensa de su equipo fue incapaz de acoplarse al 7×6, sufriendo un auténtico calvario hasta el final.

La prórroga ya fue otra cosa, aunque siempre igualada, las sensaciones ya eran buenas, se percibía que estábamos en nuestra salsa asimilando mucho mejor la tensión y el dramatismo del momento. El 29-28 final nos metía de nuevo en los puestos de honor de una gran competición.

Difícil para Juan Carlos Pastor y sus jugadores encontrar una explicación a la derrota en un partido que mantuvieron controlado durante muchos minutos. En mi opinión esa explicación hay que buscarla en el cambio de ritmo de juego que se produjo con el 7×6 que llevo al partido a una especie de “totum revolutum” en el que los nuestros son muy difíciles de superar.

Pérez de Vargas y Aleix Gómez.- Por último, no me resisto a hacer mención especial de 2 jugadores, uno defensivo y otro ofensivo.

Lo de Gonzalo P.V está rayando lo sublime. Ayer 17/45 38%, números desequilibrantes en un partido tan igualado y con cosas tan importantes en juego. Junto con Rodrigo Corrales, son el antídoto recurrente de efecto inmediato para las situaciones de crisis. Una y otra vez sus actuaciones son decisivas los éxitos del equipo, “tapando” las carencias y limitaciones que se harían más evidentes sin su aportación.

Aleix Gómez es la otra piedra fundamental en este caso del juego de ataque. A veces tengo la sensación de que ni siquiera el propio equipo es consciente de la influencia decisiva de su juego.

Un alto porcentaje de nuestro ataque se lleva a efecto con nuestra 1ª línea incidiendo y percutiendo sobre la zona central de la defensa rival en la que normalmente se ubica también nuestro pivote. La densidad de efectivos de nuestro ataque y de la defensa rival provoca inexorablemente una reducción de espacio de trabajo que supone una dificultad evidente para nuestro juego.

El lujo de tener a Aleix Gómez (también, aunque de momento en menor medida Dani Fernández en el otro extremo) debería hacernos valorar más acciones de juego en anchura hacia zonas exteriores que faciliten un mínima ventaja para la finalización de Aleix, un autentico ‘killer’ desde su puesto.

En conclusión, los chicos de Jordi Ribera, independientemente del cómo, en momentos decisivos casi siempre consiguen victorias épicas que van a quedar para la historia de nuestro balonmano. Al final en alta competición ganar es lo importante, “el cómo” es relativo, es un medio que puede ayudarnos a ganar, lo “absoluto” lo único importante es la victoria.

Honor y Gloria a los Hispanos.