Terminaba el Barça – Vardar y el Lanxess Arena se caía. La afición macedonia, que no había tirado la toalla en todo el partido, saltaba junto a sus héroes, una plantilla que acababa de obrar una remontada milagrosa.
Mientras la euforia se apoderaba de unos jugadores que se habían vaciado para levantar lo irremontable, sobre la pista del pabellón de Colonia se podía ver a un Roberto García Parrondo orgulloso, visiblemente feliz por la épica clasificación para la final. Aún así, alejado del desenfreno de la fiesta que tenía montada su plantilla con los miles de aficionados.
En su paso por la zona mixta y rueda de prensa, Parrondo esbozó alguna sonrisa de satisfacción y mostró repetidamente el orgullo que sentía por sus jugadores. Su gesto era una muestra más de que estábamos ante el triunfo de la serenidad.
Durante toda la temporada, si algo ha caracterizado a Roberto García Parrondo es la tranquilidad y el sosiego a la hora de afrontar cada partido y los mil y un problemas que se ha ido encontrando por el camino. Parrondo cogió las riendas del equipo en un momento complicado, con una rebaja importante en la masa salarial, y lo hizo consciente de su cierta inexperiencia, pues el joven entrenador, aunque había hecho un gran trabajo como ayudante de Raúl González en Macedonia, y, sobre todo, como técnico del Vardar femenino, tan solo hacía dos años que había dejado de jugar.
Durante la exigente temporada se han encontrado por el camino hacia la Final4 a equipos como FC Barcelona, Veszprém, Kielce, Rhein Neckar Löwen, Montpellier o Pick Szeged. Y todo esto durante una temporada en la que incertidumbre y la inestabilidad ha rodeado al equipo macedonio. Los impagos ha sido la tónica dominante de un club que no sabe con certeza si tendrá continuidad durante los próximos años. Parrondo ha sabido gestionar desde la serenidad un vestuario que acumula mensualidades sin cobrar mientras se parte la cara en cada partido.
Además, durante toda la temporada, por si fueran pocos los problemas económicos, Parrondo ha tenido que enfrentarse a múltiples lesiones importantes, como las de Gorbok, Rogerio Moraes o Dissinger. También con el problema de Vuko Borozan. El montenegrino estaba llamado a ser la estrella del equipo tras las numerosas bajas del pasado verano pero las lesiones y un enfrentamiento con el club que ha acabado con Borozan apartado ha hecho que Parrondo apenas pudiera contar con un hombre de capital importancia en la Champions League ganada por el club hace dos temporadas.
Nada ha podido con Parrondo, que asumió el cargo sabiendo la dificultad de una temporada en la que habían perdido a jugadores como Cindric, Cañellas, Maqueda, Sterbik o Marsenic. Desde el primer día se centró en su trabajo, sin marcarse objetivos demasiado ambiciosos pero sin renunciar a nada, y los frutos ya han salido en forma de final de la Champions.
La tranquilidad con la que gestiona cada partido es digna de admirar, sobre todo si tenemos en cuenta que Parrondo apenas lleva dos temporadas en los banquillos. Esa serenidad que ha sabido mantener y contagiar a sus jugadores la ha llevado como mantra durante toda la temporada, incluso en su primera Final4, en un escenario imponente como el Lanxess Arena y ante una situación límite en la que el equipo que mejor balonmano había practicado durante todo el año, el FC Barcelona, le estaba pasando por encima (16-9 al descanso y 25-19 a falta de 15 minutos). Sin perder los nervios indicó a sus jugadores el camino para luchar y creer en lo que parecía un imposible. Y así, en el Lanxess Arena triunfó la serenidad.