El calor del infierno es para la gran mayoría un fuego que te quema hundiéndote en la agonía pero para aquellos que están acostumbrados a vivir bajo las altas temperaturas del averno, ese calor extremo no es más que una sensación hogareña que da tranquilidad y seguridad. Esto le ocurre al Mecalia Atlético Guardés, que ha hecho del ‘Inferno da Sangriña’ su principal fortaleza durante unos últimos años en los que su fulgurante progresión le ha llevado hasta el histórico título de liga conseguido el pasado sábado.
El 27 de mayo de 2017 en ‘A Sagriña’ hacía un calor infernal. Así debía ser en un día histórico para A Guarda. Tras más de 2 años sin perder en su casa, no se podía escapar el título al Mecalia Atlético Guardés, que cuando comenzaba los ejercicios de calentamiento veía como las gradas ya estaban a rebosar, con el aforo completo. El ‘infierno’ ya estaba preparado para convertirse en un paraíso.
48 puntos en 26 jornadas y solo dos derrotas, ese es el bagaje esta temporada para un equipo que cuenta con el apoyo incondicional de un pueblo de menos de 10.000 habitantes en el que el balonmano femenino es el deporte rey.
Durante las dos últimas temporadas todos los equipos españoles que visitaron ‘O Inferno de A Sagriña’ acabaron quemados ante las llamas de una afición que arropa a su equipo semana tras semana. Solo las jugadoras locales se salvaban de la quema e incluso salían reforzadas a medida que avanzaban las semanas y veían cada vez más posible levantar la liga.
La temporada comenzaba con complicaciones para el Mecalia Atlético Guardés. Cambio de entrenador, Manu Etayo dejó Galicia y en su lugar llegó Jose Ignacio Prades, que rápidamente dio con la tecla para hacer de su equipo un serio aspirante al título. También dejaron el club jugadoras importantes como Naiara Egozkue, Cristina Maestro, Nuria Benzal, Paula García o Anna Manaut. Además, para redondear un inicio de temporada de lo más enigmático, Estela Carrera seguía recuperándose de una lesión en el hombro y le quedaban por delante meses de trabajo para volver a la pista y convertirse en la portera que necesita todo equipo que sueña con levantar un título de liga. Se recuperó y junto a Marisol Carratú se convirtió en la guardiana de la puerta al infierno.
Las incertidumbres que generan las plantillas con tantos cambios se olvidaron con el paso de las primeras jornadas. Seis victorias consecutivas evidenciaban el buen trabajo que se estaba haciendo en A Guarda. En ‘A Sagriña’, por trayectoria, las victorias se suponían pero fuera de casa tampoco fallaban las jugadoras de Prades, que hicieron de la defensa su principal puntal. La intensidad defensivo, en muchas cosas, era infernal para sus rivales. Los 21 goles encajados de media hablan por si solos.
De la renovada plantilla pronto comenzó a destacar África Sempere, claves su defensa y su salida endiablada en contraataque; y la garra de las argentinas Marisol Carratú, Luciana Mendoza y Rosario Urban. La estructura ya estaba construida.
En el ‘infierno’ pasaban los meses y cada vez las jugadoras se sentían más cómodas. El calor no apretaba. Llegaron semanas de doble partido, pues en la Challenge Cup alcanzó los cuartos de final, pero el calor no ahogaba, todo lo contrario, daba aire y les hacía sentir invencibles. La Copa de La Reina supuso una decepción fruto de la autoexigencia que se imponía el conjunto gallego pero aquella derrota ante el Bera Bera en semifinales no hizo más que dar alas a un Mecalia Atlético Guardés que, en su paraíso infernal, iba a permitirse soñar hasta el último segundo con un título de liga.
Con el tesón y la peligrosidad que aporta continuamente Haridian Rodríguez y con la calidad de Estela Doiro y Anthia Espiñeira, talento puro al disfrute de su afición, siguieron llegando las victorias para un Mecalia Atlético Guardés que se plantó en la última jornada con 2 puntos de ventaja.
El 27 de mayo de 2017, en A Guarda el ‘inferno’ olía a paraíso. Solo un punto separaba al equipo pontevedrés del título. Con el pitido inicial el ambiente infernal ya era de olla a presión a punto de explotar. 60 minutos por delante para sufrir y disfrutar. A partir del pitido final la historia ya la sabéis, porque en A Guarda el infierno es un paraíso.
Edu Agulló | @Eduagullo