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Noel Barberá | @NoelBarbera

Desconocido para parte de los aficionados al balonmano, pero de un interés evidente por quienes conocen su historia. Son muchos los que ignoran que dentro del club más importante de la historia reciente de este deporte, 3 veces campeón de Europa y 17 de la Bundesliga, existe un ‘infiltrado’ con nombre y apellido ilustre dentro de nuestro país. Se llama Raúl Alonso y desde comienzos de 2010 se ha asentado como la mano derecha de Alfred Gislason en el banquillo del omnipotente Kiel.

Tras su paso por las categorías inferiores del Teka Santander, Raúl Alonso se marchó a Alemania para vivir al lado de su madre, quien por motivos laborales abandonó España. Después de militar en las filas de diversos equipos de la segunda división alemana y dirigir a un equipo femenino de Bundesliga recibe una oferta del Kiel para convertirse en el director de su cantera y ser el asistente del primer equipo. “No fue una oferta difícil de aceptar”, afirma y recuerda con añoranza cómo se fraguó todo: “entrené al equipo del que procedía Dominik Klein, con el que guardo una gran relación; y conozco personalmente a Manolo Cadenas, con el que hablo habitualmente por Skype. En la despedida de Stefan Lövgren coincidimos junto a Alfred Gislason, el cual tuvo la ocasión de conocerme. A mediados de 2010 el segundo entrenador del Kiel tuvo un problema con los ligamentos de la rodilla y desde entonces Alfred decidió contar conmigo”.

Tenía claro que no iba a aceptar la propuesta si no había ningún tipo de vínculo con el equipo profesional”, ya que durante año y medio ha estado “entrenando un equipo de Bundesliga femenina y tratando con jugadoras internacionales, por lo que no quería acceder únicamente al deporte base”. Pero el Kiel siempre se ha caracterizado por sus fichajes ‘galácticos’. Consciente de ello, sabe que a día de hoy la cantera no cuenta con un papel protagonista dentro del club. “Igual no aportamos nada directamente, pero si Alfred decide llevarse a 18 jugadores ya puede completar la convocatoria con canteranos que rendirán a gran nivel. El año pasado, durante los Juegos Olímpicos, fueron estos jugadores los que permitieron a Filip Jicha o a los internacionales alemanes preparar con normalidad la pretemporada. Mi idea es poder ofrecer cada año a cuatro o cinco jugadores senior que tengan un buen nivel y en unos años puedan alcanzar la Bundesliga”, asegura Raúl.

Con Manolo Cadenas como referente, al que acompañó en ‘prácticas’ mientras entrenaba al Barcelona, cree tener “una muy buena base” en los banquillos, a pesar de sus 34 años. “Siempre debes fijarte en lo que le sale bien a los demás. Alfred y Manolo han sido muy positivos para el desarrollo del balonmano, pero no me gusta copiarles, intento hacer el camino más apropiado, introduciendo ideas propias”.

Español y al mando de un ambicioso proyecto de cantera en Kiel, ¿cómo no fijarse en alguno de los ‘Juniors de Oro’? “Tengo muy buenos informes a través de Manolo Cadenas, pero en caso de coger algún jugador español debe estar capacitado para jugar en el primer equipo”. Aunque se muestra reservado a la hora de confesar sus nombres, reconoce que Pablo Cacheda y Gonzalo Porras destacaron en el pasado Mundial Junior. “Es una edad complicada, hay muy pocos que te garanticen semana tras semana ese nivel top. He recorrido multitud de torneos y hasta el momento me quedo con Palmarsson, le vi jugando en Bratislava y él sí que tenía algo especial. Incluso Aron, que ahora tiene 23 años, no nos ofrece ese nivel top con regularidad”.

Además de Cacheda y Porras, no oculta el interés veraniego del Kiel en Álex Dujsheabev. “Estuvimos tratando la posibilidad de traerlo, aunque al final fue Steffen Weinhold el elegido. Un chaval que ya ha jugado la Champions y sabe lo que es debutar con la selección absoluta. Encaja perfectamente en nuestra idea de primer equipo, igual que algún que otro joven extremo alemán que tiene serias posibilidades de llegar”, confiesa entre risas.

Pero fuera de esa generación hubo algún que otro internacional español que también interesó a la secretaría técnica del club. “Cuando nos dimos cuenta de que el Atlético de Madrid vendía todo lo que podía nos fijamos en jugadores como Aginagalde o Cañellas. Alfred es un apasionado del País Vasco y un irundarra de la talla de Julen en el pivote seguro que nos hubiera venido muy bien”.

Reconoce tener gran respeto por su compañero de banquillo y comenta que “Alfred es una persona que vive y sueña balonmano”. Raúl nos explica que durante los partidos del primer equipo lleva a cabo una función estadística, centrada en un segundo plano, aunque no duda en “ayudarle donde él se deja ayudar. Estoy siempre que me necesita”, afirma con rotundidad. Tras su experiencia como mano derecha de Gislason revela que “a ese nivel tienes a jugadores como Filip Jicha, quien ha superado tantas situaciones en su vida deportiva, que él mismo te puede decir qué hacer en un tiempo muerto”.

Con una dominancia natural dentro del vestuario, Alfred supo dejar hacer con libertad a las estrellas de temporadas anteriores pero “nunca dándole las riendas. Verle subir al autobús después de ganar en Wetzlar, cuando nos quedan 8 horas de viaje, lo primero que hace es abrir su portátil y pedirnos el DVD para analizar el partido”, así es Gislason, descubre esbozando una sonrisa.

Muchos de los jugadores que ha entrenado son extremadamente perfeccionistas, egoístas, ‘divas’ en el sentido positivo. Thierry Omeyer es un tío egoísta. Otros porteros darían oportunidades a sus compañeros, pero cuando sacábamos a Palicka, él se enfadaba. Quería jugar siempre”. Y no solo por mejorar el sistema de juego del Kiel, Alfred, como técnico, ha sabido apreciar esto: “el demostrar a tu jugador, a tu egoísta, a tu ‘diva’, que debe confiar en ti porque eres tú quien confías en él durante el partido y de nada importa si antes ha ganado dos oros olímpicos o una Champions”.

De gran personalidad, hasta tal punto llega la ambición del técnico islandés que Raúl Alonso recuerda una anécdota que le contó Marcus Ahlm: “después de ganar Liga, Copa y Champions, nos quedaba un último partido para firmar la temporada perfecta. Cuando quedaban tres minutos de encuentro, íbamos ganando holgadamente y Alfred animaba a los jugadores como si se estuvieran jugando la categoría, quería también el récord de goles a favor. Eso es el Kiel”, afirma su ‘Assistant coach’. “La gente vive el Kiel como un mito. Aquí se juega siempre ante 10.280 personas. Siempre. Yo he estado en el Palau en un Barça-San Antonio y a diez minutos de acabar el partido se levantan 3.000 personas para ir al Camp Nou. Es un escándalo”, espeta Raúl.

Acerca del relevo generacional que ha vivido la plantilla del Kiel esta temporada, asegura que “no importa si tienes 31 o 21 años, el que se pone esta camiseta sabe que ha venido a ganar todos los partidos. Esa es la ideología del club”. Reconoce que será difícil encadenar las diferentes competiciones, aunque el club ha dado algo de margen hasta la llegada de Duvnjak o Weinhold la próxima temporada. Temporadas o campeonatos de transición que ayudan a valorar todo lo vivido anteriormente. “Cada vez que jugamos la Final Four nos entregan una medalla. Yo tengo tres y la que más valor tiene es la tercera, la del año pasado. ¿Por qué? Porque la tercera medalla me ha enseñado lo que valen las otras dos. Porque yo solo había estado ahí para ganar. No conoces la otra cara hasta que llegas a casa y te das cuenta de lo que lograste años atrás”.

En cuanto a los refuerzos de la próxima campaña, a los ya confirmados Duvnjak y Weinhold, ha irrumpido con fuerza el nombre del extremo de Rhein-Neckar Löwen, Uwe Gensheimer. “Está negociando con el club, aunque también tiene opción de marcharse al Barça, al Kielce o renovar por su actual equipo. A Uwe le gustaría jugar en el Kiel, pero tenemos dos extraordinarios extremo muy queridos en la ciudad y cuyos contratos se deben negociar en las próximas semanas. Es una decisión que no tengo que tomar y estoy contento de no tener que hacerlo”.

Pero si algo resalta de todo lo vivido en un banquillo de tanto nivel como el de Kiel, es la profesionalidad de cada uno de los jugadores que pasa por esa ciudad. “He visto como después de grandes finales los jugadores han salido a celebrarlo, han tomado una cerveza y han cantado una canción, pero a determinada hora miran al reloj y saben que se tienen que ir a casa. Es algo que tienen interiorizado. No ganan y se acaba. Cuando consigues la Champions, el lunes es libre, pero el martes están entrenando para preparar al mismo nivel los tres partidos de liga que les quedan. Es su adicción. Es ver un molino que nunca deja de funcionar. Es la anécdota más bonita que puede haber dentro de este gran equipo”, concluye Raúl Alonso.